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Channel: En un Acorde Azul
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EL PLACER DE LA LECTURA

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Siempre cuento que  tuve una   infancia feliz, quizá porque viví rodeada de mucho cariño y pocas  alegrías materiales. 

Los juguetes  comprados fueron muy escasos: apenas una muñeca que abría y cerraba los ojos y que yo quise investigar el porqué lo hacia, con el consiguiente destrozo de la misma;   una maquinita de coser, algún cacharrito  y poco más. El resto de los juguetes eran los elementos que encontraba en la naturaleza:  animales,   tierra,  agua, fuego,  nubes, cielos, árboles, piedras de toda clase y condición,  palos, flores, hierba  …. Y mi imaginación que no dejaba de funcionar.

A los seis años aprendí a leer con una maestra de la que  prefiero olvidarme, pero  desde que supe que las palabras tenían significado, me empeñé en leer todo lo que tuviese letras; más en aquella época y en aquel pueblo de la Ribera del Duero, no había biblioteca, ni  libros. En mi casa por supuesto, tampoco, sólo uno, que no sé el porqué, había llegado hasta allí  y que era nada más y nada menos que “Don Quijote de la Mancha”. Algo debí leer, pero supongo que no entendía nada, así que me dediqué a coger los pocos papeles de periódico que encontraba tirados por la calle. Tampoco debía entender nada, pero sí recuerdo cómo todos en el pueblo me regañaban porque los cogía del suelo, sucios y cubiertos de barro.

Puede que fuera cuando ya tenía unos diez años, antes de ir a un colegio interna en Madrid, cuando un verano tuve de vecinos  a “ Los Gordos”. Eran Doña Rufina y Don Luis,  una mujer del pueblo casada con un hombre de la capital. Un día él me prestó “ La Isla del Tesoro” y  no paré de leerlo hasta que lo terminé. También se recuerda muy bien en Pardilla, cómo nos ponían películas de Charlot en la pared de la casa que fue del Sr. Román y nos preparaban juegos para embadurnarnos la cara de chocolate.

Esos fueron mis comienzos de pasión lectora, después he seguido en esa constante de leer y también de escribir.

A lo largo de mi vida he tenido la suerte de encontrarme en el camino con  personas, semejantes a “Don Luis”que han sabido orientarme y prestarme libros, donde he podido saborear la buena literatura. Quiero resaltar la biblioteca que había en la casa de los Plaza en Madrid, donde mi tía era cocinera y yo aparecía por allí de vez en cuando, sobre todo en vacaciones.

La poesía siempre ocupó un lugar de pasión especial. Con diez y seis años me leí la obra completa de Juan Ramón Jiménez y si ahora tengo que citar algún poeta, él sigue siendo el elegido. 

Antares, el grupo de poetas al que pertenecí, me dio una de las mejores épocas de mi vida. Las tertulias de poesía a las que he asistido y aún asisto, aunque con menos regularidad, siempre me han enriquecido y han hecho y hacen que la poesía, tenga un sentido muy  exclusivo y personal.

Mi época de menos lectura literaria, sin abandonar los poemas, fue ocupada por  los libros de psicología.

En estos momentos sigo leyendo en una pantalla y también en papel, y más en papel antiguo, intentando descifras los  escritos de personas que escribían con pluma y plumilla en los siglos pasados, porque este placer de la lectura, que en mi se instaló en un tiempo lejano, aún sigue vivo ya que  es uno de los  juguetes que  nunca abandono. 

Luz del Olmo




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