

Lo nunca visto, ni sentido, ni oído,ocurrió:
Y yo, no tenía palabras para contarlo.
Allí, en el lugar, donde encuentro mi paisaje, empezó la tristeza y desamparo, cuando el famoso estado de alarma.
Pero yo seguía, sin tener palabras para contarlo.
Allí, donde respiro el mejor de los aires, empezó la primavera que me iba regalando flores, mientras caminaba, con una pequeña libertad, por calles y caminos que me vieron nacer.
Las palabras no volaba, pero sí lo hacían los vencejos en su trisar.
Me asomaba a las ventanas y terraza para mirar los paisajes nunca vistos, de una autopista vacía de coches, donde solo transitaban grandes camiones que iban y volvían, pareciéndome ciegos, en un asfalto irreconocible.
Finalizó marzo, tuvo que pasar abril y también mayo, para seguir en ese estado catatónico donde mis amigas, las palabras, habían huido, porque esta pandemia, nos iba sumergiendo, a unos más que a otros, en un virus que saltaba de lugares y personas, hasta llevarse algunas, para siempre.
Fue entonces cuando ya quedé muda y las palabras, decidieron no hacerme ni una pequeña visita.
Y en esta batalla tan desigual, seguimos luchando, atisbando la luz, de esa oscuridad en niebla, donde andábamos y andamos metidas, hasta que hoy, cuando ya llega junio, puedo retomar mi amistad con las palabras porque esta vez SÍ, soy capaz de intentar contarlo.
( Este es un escrito que he hecho para la biblioteca María Moliner de Velilla de San Antonio. Me han pedido un vídeo de cómo yo he vivido estos aciagos días. El vídeo no lo puedo mandar por correo, así que aquí lo dejo)
(c) Texto y fotos Luz del Olmo