Rompiendo el alba,
la primera madrugada
despertaba dichoso el sol.
Acarició suavemente
las uvas, de hojas casi doradas
que respiraban adormecidas,
la tibia luz.
Uno tras otros,
fueron llegando:
tractores, hombres y caminos.
Y al racimo soñoliento
se le acabó la vida
en apenas un bostezo,
de aquella mañana hermosa
sin darle tiempo a despertar.
(c) Foto y texto: Luz del Olmo